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sábado, 18 de junio de 2016

La gambeta de potrero según la zurda del Coquito




La gambeta de potrero del Coquito se ha adueñado del alma del fútbol. Según me lo cuenta su zurdita, mientras yo sentado sobre la tribuna me encuentro. Cada vez que lo observo jugar, detrás de la canchita o el estadio, se propone contarme historias. Y es que verá,gambetear no solo es pisar la pelota y humillar al rival hasta dejarlo rojo de vergüenza  con ese perspicaz pié .
Y  usted, lector y simple mortal,  dirá en este momento, y se interrogará, que todas  nacieron mediante  una excepcional pisada, de una hipnotizadora bicicleta, que  incorregible y contumaz, dejó piernas enredadas  como los cordones de las zapatillas de un nene de cinco años,  o  pintó caras de adversarios de color rojo avergonzado,  como los  tomates de la quinta de la abuela. Pero debo decirle que eso es una gambeta, no una "gambeta de potrero", tal como me lo cuenta el Coco mientras pareciera dibujar con la gastada pelota por los confines del polvorientos  lugar.
La gambeta de potrero es el acto más altruista y noble que un ser humano puede generar, aunque no cualquiera es el privilegiado de producirla. Pues, se aprende obviamente en los potreros, unos sectores olvidados por algún confín del mundo, pero que siempre se mantienen con vida gracias a los corazones que laten en el interior de cada niño que juró matrimonio al fútbol.
Allí, en ciertas ocasiones, los arcos son los ladrillos del vecino, apilados junto a los buzos de los niños y jóvenes que en pleno barrio se congregan. Estos arquitos, como les dicen cada vez que alguien suplica que los armen para que comience  rápidamente el juego, son testigos de   gambetas  que tienen años  de experiencia bajo  la lluvia,  que han crecido bajo los truenos. Son piernas que esquivaron pajonales y se impregnaron   con la cantidad de polvo que voló mientras los tobillos comenzaron a correr detrás de la redonda.
Ahí Lamela aprendió a pisarla, a amasarla, a acariciarla y abrazarla con sus grandes movimientos.

La gambeta de potrero es el ADN del Coquito, quien parece bailar tango sobre la cancha.  El muchacho acelera el corazón de los hinchas y los empuja hacia un poso de algarabía. Atrapa sus almas con un exquisito  control y pareciera abrazarlas para nunca  más soltarlas, y mientras ejecuta una agraciada pero incorregible bicicleta que se convierte en un humillador cañoca, la nube grisácea del cielo comienza a abrirse, para que los rayos salgan e iluminen los oscuros y lúgubres  intersticios que entristecen el juego, aunque esos rayos no son del sol, pertenecen a las mágicas gambetas del pibe.
Eso hace este enorme fenómeno potreresco. Cuando la gambeta del Coco se proyecta en el partido, no hay quien la frene, se arraiga a la picardía del caer y seguir luchando por la pelota pese a estar tirado en el suelo. ¡Hay que pelearla hasta que la vida se nos termine!- me dice la zurda del muchacho mientras la recupera, controla el balón ,y marea a los rivales.
En esa gambeta, en esa danza con la zurda, juegan todos. Allí la pisa nuestra cultura,cada bicicleta es  un sentimiento y  latido del corazón  de la gente, de la tierra, enganchan los sueños, y  define el alma de cada niño que aprendió, jugó y soñó en el potrero, pero que no pudo alcanzar el profesionalismo. La zurda del Coquito me cuenta que cada uno de estos sí lo alcanzó, nadie falló, quien jugó en el potrero, quien juega y jugará, estará depositando su alma y amor incondicional por la pelota, en cada pie potreresco que zascandileé por cualquier cancha. Donde haya gambetas de potrero, allí estarán los que  idolatraron el fútbol por las viejas canchas.

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