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miércoles, 20 de julio de 2016

El extraño ser

Eran las 22:00 horas .Acomodando sus juguetes el pequeño Hector se encontraba en la habitación, cuando oyó  rechinar la  puerta. El sonido pareció venir de abajo.
La pieza de Hector se encuentra en el segundo polvoriento piso de la casa. La puerta  de la entrada se cerró de golpe. Alguien entró.
-¿Mamá, eres tú?- preguntó el pequeño con enormes ojos que denotaban su intrigada alma.
-Sí hijo, soy yo- gritó su madre.
El pequeño continuó jugando. Tenía un diminuto auto de juguete color verde, con una delgada antena de alambre que colgaba del techo para captar la señal del control remoto, aunque el pequeño friccionaba sus ruedas sobre el suelo puesto que había perdido el control.
En ese entonces, se sentían ruidos en la escalera. Alguien subió  y tocó la puerta:
-Toc,toc, toc-se sintió sobre la oscura madera.
-Adelante, mamá-Dijo Hector.
Pero no accedió a la habitación,ni tampoco respondió, y marchó nuevamente, como bajando de la escalera.
El niño continuó jugando, y luego de media hora, un fuerte aroma a bifes encebollados comenzó a inundar el ambiente de la enorme casa.
El sonido de los cubiertos que la mamá de Hector emitía era terrible. Hacía doler los oídos al niño. Además, la licuadora, metía un barullo que parecía escucharse por todo el barrio.
-¿Estás bien,mamá?-Gritó el niño tras salir de la habitación  por el pasillo.
-Sí hijo, me siento bien. Tu vete a jugar-dijo la madre dando la espalda al niño, quien apenas veía su fisionomía agachándose desde el tercer piso y mirándola  detrás  de  uno de los barrotes de lustrada madera caoba.
Las horas pasaron y su madre lo llamó para comer:
-Hector, hora de cenar.
-Hector bajó y se sentó sobre la mesa. Allí, en la mesada, estaban los cubiertos, y la bandeja con los jugosos bifes encebollados, de delicioso aroma.
¿No esperaremos a Matt para cenar?
Matt no vendrá hoy, está en la casa de unos amigos-dijo la madre, con una mirada anestesiada, perdida en la seriedad.
Matt nunca tuvo amigos, pero el pequeño Hector decidió guardarse las palabras para él. La madre se fue al baño, y el susodicho quedó manyando los jugosos filetes.
Cuando el niño miró hacia la derecha, justo sobre la puerta que daba a la habitación de su hermano Matt, un reguero de sangre se escurrió por debajo de la rendija.
Hector quedó blanco como un papel escolar, y el pedazo de carne que se dirigía hacia su estómago, quedó atascado en su garganta como una enorme piedra.
Justo en ese instante llegó la madre, y se sentó sobre la mesa a deglutir un bife.
Hector la miraba, pero también miraba impactado el espejo que todos los días utilizaban para peinarse. El espejo daba a espaldas de la madre, pero quien se reflejaba no era su madre. Era un extraño ser lampiño y alabastro. Delgado, tan lo era que las costillas se marcaban sobre el arrugado y amarillento cuero. Parecía haberle arrancado la piel delantera a la madre de Hector y haberla puesto para cubrir su verdadero rostro.
El niño en silencio se levantó, y quedó mirando al extraño Ser que se hacía pasar por la madre. En silencio se mantuvo por un minuto, y el sujeto, con rostro de mamá le respondió:
-¿Tan pronto te llenaste?
-El pequeño tomó el sucio cuchillo con el cual había cortado la carne  y lo espetó en el ojo unos 8 centímetros de profundidad, traspasando desde el interior del cráneo la cien del Ser, hasta dejarlo agonizando de dolor y gritando con voz aguda.
-Te asesinaré maldito rufián-gritó una vez más el Ser revolcándose en el suelo.
Hector corrió  por el medio de la calle y alertó a todo el  vecindario pidiendo ayuda. Cayó de rodillas y se largó a llorar. La gente se acercó y él gritó:
-Ayuda, ayuda- Mataron a mamá y mi hermano, un extraño arrancó su piel y se la colocó en su cara.
Nadie creyó sus palabras, y menos cuando vieron a la madre salir de la casa, de la mano de Matt y diciendo:
-Tuvo un mal día, disculpen por haberlo molestado así.
La gente ingresó a sus hogares, y cuando esto sucedió, la madre de Hector emitió una mefistofélica sonrisa que arrugó  sus dos mejillas y arrancó del cuerpo de Matt su cabeza. Pues ya estaba muerto, aunque la madre supo pegarle el miembro.
La madre se acercó, pero Hector gritó, y justo al pasar un enorme camión cisterna, se arrojó bajo las  enormes ruedas. El camión los pasó por encima a ambos, pues la madre no lo soltó. El camión siguió de largo, sin darse cuenta que había pasado por encima dos cuerpos.
Hector no murió, quedó a un costado de la carretera del vecindario, herido en su brazo derecho, que parecía un filete que derramaba sangre  por los tantos cortes.
La madre estaba muerta, el cadáver había sido aplanado y detrozado  hasta reventar como un zapallo calabaza.Hector, con meliflua sonrisa gritó entre sollozos:
-Adiós asqueroso ser, estas muerto.
El ruido alertó nuevamente al vecindario, quien no tardó en salir de sus viejas chozas tétricas.
El  cuerpo de la mamá del niño fue  recolectado por los peritos parte por parte, y enterrado.
Hector, con una mirada demencial sonreía y le decía  a la policía:
-Lo maté, lo maté.
Fue esposado, y arrojado hacia el auto, hasta ser llevado a una cárcel de niños.
Pasaron los días. Matt, hermano,llegó de la casa de sus amigos. Nada raro había ocurrido, definitivamente su Hector imaginó cosas. Sin familia quedó y un vecino, llamado Juan, quien vive al otro lado de la carretera, decidió adoptarlo, y el primer día lo recibió con jugosos bifes.