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lunes, 17 de agosto de 2015

Un artista del fútbol








Estoy sentado en la tribuna para verlo jugar, la tarde  llora la retirada el ocaso, quien parece morir en el potrero del  barrio de Carapachay, pero Erik Lamela sigue gambeteando con su pequeña zurda  llena de sueños y objetivos por cumplir, una zurda que  pisa en el  potrero repleto de polvo, en el que apenas sobreviven dos pastos.  Sus botines ya casi no tienen tacos, están gastados  de tanto jugar, y llenos de barro seco.  La suela está impregnaba por el verde del pasto de una cancha. Vallan a saber cual, ya que donde hay un picadito está él.Erik dibuja arte con su pié,  testigo de un épico y hermoso fútbol.
La pelota está ya desecha, los cascos se salen de su lugar y algunos cuelgan. El jovencito  tira un caño con la cara interna del pié acariciando el balón, lo acaricia de una forma inexplicable. La para y con el puntin juguetea como un bebé con su juguete nuevo. filtrandosé  por medio de las dos piernas del  defensor. Pasa  como cuando la hoja de un árbol  se dirige por los cordones del asfalto lleno de agua hacia   un  desague.

Continúa  demostrando sus habilidades ante  adversarios que  quedan inmersos en un avismo de sorpresas, porque no se la pueden quitar. La pisa y la vuelve a pisar y siguen sin quitarsela. Una mezcla de talento y perfección, frutos de superlatividad, magia y dedicación,que marcan la diferencia ante los demás. Termina el partido y el pibe se lleva los aplausos detrás del oxidado tejido. El "coco", como le chiflan sus compañeros, guarda sus gambetas para el  mañana. Para cumplir sus sueños, sueños que solo su cabeza y su almohada son testigos.

 El sol amanece, me levanto para verlo,por televisión, ahora es una estrella que se fue de la pequeña galaxia, para brillar al lado de astros diferentes.
En otro lugar, suena el despertador,Lamela entredormido en la cama lo apaga. Descuelga  de la blanca pared sus   gastados y arugados botines. Se va a la cancha a jugar, con sus botas en la mano. Llega al vestuario y ya se los calsa con ancias. Ingresa a la cancha y los aficionados lo aplauden. En la primera que toca deja a todos perplejos, con sus driblings la maneja a su antojo, con el empeine de su delicado pié izquierdo, que produce maravillas en cada rincón de White Hart Lane, para Tottenham en la Premier League, la liga más fabulosa del mundo futbolero. Una técnica impresionante, una habilidad, como ya les dije, excepcional e indescriptible. Bicicleta por aquí, bicicleta por allá, la tiene atada con un control impresionante y no se la pueden quitar, su magia no se puede imitar y solo dios se la puede juzgar. Ahí va, derramando creatividad en la cancha, con su intelecto sensacional.
Se acerca a la frontal del área, la pelota parece caerle para la derecha, pero no rehúsa pegarle con la izquierda, ejecuta de rabona y la clava en el ángulo, con efecto comba. El mago define a lo Borghi, a lo Maradona. Solo él puede hacer estas cosas. Lo vienen a marcar, engancha hacia la izquierda, le pega con calidad y la pone en el ángulo. Remata de primera, con clase. Parece un artista, como Leonardo Da Vinci, pero Lamela dibuja en una cancha de fútbol, pinta con su majestuosa y magica zurda, la pelota es el pincel y se pone contenta cuando Lamela la toca, cuando dibuja arte sobre la cancha, tal como lo hacía en su niñez.

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